Basta digitar unas cuantas letras del computador para que María Carolina aparezca en pantalla, a rostro descubierto y mostrando cada centímetro de su anatomía en sugerentes poses. Esta mujer de 27 años, con dos hijas y departamento en Las Condes, se atreve hoy a contar la historia de su vida

Si no fuera por sus enormes ojos azules y su andar gatuno, María Carolina podría ser una chica común, una más entre las bellas mujeres que circulan por el barrio alto. Pero detrás de sus jeans de marca, sus carísimas botas de última moda y su chaqueta de piel, hay una madre de dos hijas, que vive en Las Condes y que trabaja como prostituta VIP. Oficio que no teme revelar. “A mí nadie me ha dado nada, todo me lo he ganado solita”. Pero como tampoco es cuestión de andar gritándolo a los cuatro vientos, tiene su coartada: para el común de la gente, María Carolina es decoradora de interiores y trabaja haciendo vitrinas en importantes tiendas de Santiago. Este es el relato que dio a esta revista, en el que, a medida que pasaban los minutos, se fue soltando más y más.

“Nací en Las Condes en una familia normal, de gente común y corriente, sin traumas ni rollos. Soy la mayor de tres hermanos y la mía fue una niñez feliz. Recuerdo que desde que era chica el tema de las mujeres provocativas y sexies me llamaba la atención. Me daba como curiosidad.

“Hice lo clásico que hace una adolescente de colegio de monja del barrio alto: a los 15 años fui por primera vez a una discotheque y me fumé mi primer cigarro. Era muy alegre, tenía millones de amigas. Siempre respeté a las monjas, pero nunca tuve mucho en común con ellas. Me encantaba estudiar, leer y jugar vóleibol. Los sábados salía con mis amigas y los domingos estaban reservados para el almuerzo familiar. Cuando egresé del colegio, entré a estudiar decoración de interiores en el Inacap. Trabajé un tiempo haciendo vitrinas hasta que a través de una amiga que manejaba una “agencia de modelos” llegué a esto. En realidad ella era prostituta y la agencia era una fachada de su vida real. Me llamó mucho la atención la cantidad de plata que ganaba. Tenía un feroz auto, un departamento el descueve y una tremenda personalidad. Un día me preguntó si a mí me interesaba hacerlo y me quedó picando el bichito.

“Antes de empezar a prostituirme, en todo caso, tuve a mis tres hijas, una se murió de muerte súbita a los dos meses. Nunca me casé”.

La primera vez
“Tenía 24 años cuando me prostituí por primera vez. Lo hicimos con mi amiga y con un japonés. Para ser mi debut en esto fue muy fuerte, ya que no es fácil hacerlo de a tres. Tenía mucho nervio, pensaba en qué me estaba metiendo. Terminé llorando. No tenía asco, pero me sentía sucia, aunque la verdad es que yo era poco desinhibida. Tenía que hacerlo, ya que me estaban pagando. Esa vez me dieron cien mil pesos. Aunque no tuve ningún contacto con mi amiga, porque yo no lo hago con mujeres, fue muy chocante, era raro estar desnuda en una misma cama con otra mina. Yo tenía otras estructuras mentales, esto no era para mí. Quedé traumada y durante un buen tiempo no hice nada. Seguí haciendo vitrinas, pero me rondaba la idea de ganar plata de manera fácil.

“Como dos años después, mi amiga se fue a España. Yo necesitaba plata para pagar el colegio de mis dos hijas, para mantener mi casa, mi auto. Ahí decidí meterme en serio en el negocio de la prostitución. Me hablaron del sitio en Internet (relaxchile.cl) y me puse en contacto con su dueño, que es un verdadero gentleman, le pasé un CD con mis fotos y empecé. Ellos me promocionan en la web y yo les pago 150 mil pesos mensuales. Al ver las páginas, los clientes pierden la razón. No pueden creer que por 120 mil pesos, tengan una hora y 15 minutos de sexo a todo lujo con mujeres como yo”.

Los clientes
“Casi todos mis clientes son tipos casados. Para ellos es más fácil contratarme que tener una amante, eso es engaño, traición y podría ser una causa que destruyera una familia. En cambio, conmigo es sólo sexo, no involucra sentimientos.
“Me llaman a mi celular, les explico en qué consiste el servicio y les doy la dirección de mi departamento, que es exquisito y que uso sólo para el trabajo. Llega gente de todos lados, de hecho los extranjeros me mandan mails antes de viajar a Chile para concretar un encuentro. A ellos les cobro 300 dólares y, para atenderlos mejor, decidí hacer un curso intensivo de inglés.

“Recibo muchos llamados diarios y el horario peak es la hora de almuerzo y de siete a 11 de la noche. Tengo varios clientes frecuentes y sé que entre ellos hay algunos que se han enamorado de mí, pero yo no dejo que eso pase. Capto que empiezan con el cuento de que quieren invitarme a comer, me regalan joyas o me quieren llevar de viaje. Además, empiezan a llamarme varias veces al día para saber cómo estoy. Pero donde más se les nota es en la cama, ya que se preocupan de complacerme a mí primero. En el fondo, quieren hacer el amor conmigo. El buen sexo te ayuda a mantenerte jovial y yo trato de hacerlo simpático, porque si no, terminas traumatizada.

“Soy del tipo de hombre clásico, elegante y con un perfil alto. Lo mío es el ABC1 entre los 35 y los 45 años. Ese es mi target. La verdad es que son bien amorosos. Algunos me pagan para llevarme a comer. No tengo problema, pero la hora se cobra exactamente igual. Me han dado dinero incluso por ir a reuniones de negocios. Quienes me llaman no siempre quieren sexo, a veces necesitan que los vean conmigo y me presentan como su polola. Hay algunos que sólo quieren conversar. Pero nunca hay que olvidarse de que a una la vieron en una página de Internet y que no hay que ponerse sentimental.

“En esto he conocido gente muy linda y he hecho algunos amigos. Algunos incluso se han preocupado cuando he estado enferma. Pero es difícil que les dé tanta entrada. En general me guío por un asunto de piel, de instinto. Con esas personas no siempre terminamos en la cama”.

Tal ha sido el éxito de las fotos de MarÍa Carolina, aparecidas en el portal relaxchile.cl, que ella debiÓ diseñar su propio sitio en la web, donde es posible verla en distintas facetas y poses. AhÍ estÁn sus dos teléfonos celulares, los detalles de su anatomÍa y algunas frases “hot”, que estimulan hasta al mÁs tÍmido
de los mortales.

“Los mejores son los argentinos y los árabes”
“En general, trato de organizar bien mi agenda. Mi límite diario son cuatro turnos. Tengo dos hijas chicas que me necesitan y esto cansa un montón.

“A los clientes los espero vestida común y corriente. No me gusta la onda de vestiditos sexies, eso es un poco rasca. Después de conversar un rato, les ofrezco un trago o agua mineral. Existe la creencia de que los chilenos son tímidos, pero yo, que los conozco un montón, puedo asegurar que eso ha cambiado mucho. Los hombres chilenos son buenos en la cama. Claro que los mejores son los argentinos y los árabes. Al hombre chileno lo que más le gusta es el sexo anal y que le hagan sexo oral. Quiere sacarle el jugo a la hora y cuarto. Es que conmigo tal vez obtienen un tipo de sexo que no tienen en sus casas.

“Igual a veces recibo clientes que al verme se ponen a tiritar, pero el común es súper relajado. Tal vez tiene que ver con que yo soy acogedora y empática, entonces se relajan. Trato de dar esa confianza, porque hay que tener claro que vender sexo no es tan simple. Tiene que haber piel y onda, porque a lo mejor a algún cliente le puede pasar que yo no le guste en vivo y en directo. Por lo demás, también soy bien fijada en eso. No ando con la chacota encima ni provocando, aunque suene raro o contradictorio, yo soy como bien seria. En el fondo, venir a mi departamento es más parecido a ir a la casa de una amiga que a la de una prostituta. Uno es un poco sicóloga de los clientes, te cuentan cada cosa…

“Generalmente trato de hacer un juego de seducción, porque no me gusta que esto sea tan frío. Todos los hombres son distintos, pero a mí no me gustan los demasiado lanzados.

“El hombre chileno es encantador. Te da besitos en el cuello, te dice cosas bonitas, te da besos en la guata. Lo que no acepto bajo ningún punto de vista son los besos en la boca.

“Si llega alguien que no me gusta, invento un dolor de guata, porque si lo acepto de seguro que él lo pasará muy mal, se sentirá penca. Pero el tipo tiene que ser muy horrible para que eso me suceda.

“La plata tampoco es un filtro que te garantice el perfil del cliente, ya que hoy en día cualquiera te puede pagar 100 mil pesos. Al mes, yo gano entre ocho y nueve millones de pesos.

“Por mi carácter, no doy pie para que nadie se pase de la raya conmigo o sea ordinario. Eso lo logro, porque soy más bien seria. No atiendo con otras mujeres, porque para mí eso es degenerar el cuento. No lo hago ni por plata. No me gusta, no me siento cómoda. Mejor evitar esos malos ratos. Además, no trabajo de noche y eso es un filtro bien importante en cuanto a drogas y alcohol. De todas formas, igual he pasado algunos sustos, ya que hay tipos a los que les gusta el sexo muy fuerte, que les pegues mientras lo haces. Esto tampoco lo acepto. Pero hay que tener mucho tacto y cuidado para que no se enojen. Lo mío es como hacer el amor en forma rica, tener buen sexo, pero no tan degeneradamente. Respecto a los juguetes, tengo algunos vibradores, pero no me divierten mucho, prefiero el sexo natural, sin disfraces. Algunos clientes me piden que me ponga el vestido verde con el que salgo en las fotos, es como un fetiche.

“Hay algunos matrimonios que me contratan para hacer algo nuevo. Eso se llama servicio exclusivo. En general es la mujer la que quiere ver a su marido con una puta. Esa dinámica me complica bastante, porque me da no sé qué que la mujer me mire mientras yo me acuesto con su marido. Lo que más le gusta a los hombres es ver a su mujer con otra mujer. Eso les mata”.

La depresión
“Mi familia sabe y acepta todo desde el primer día en que les anuncié que iba a poner una página en Internet. Para ellos esto nunca ha sido un drama. De hecho, mi mamá es admiradora de mis fotos. Ellos ven que no salgo en la noche, que no tomo alcohol, que soy una buena madre, que no salgo con un tipo y otro. No llevo gente a mi casa. A mí nadie me ha dado nada, así es que nadie tiene el derecho a meterse en lo que hago.

“La parte más complicada de esto son mis hijas, sufro imaginando qué pasaría si supieran lo que hago. Por eso, cuando estoy con ellas, apago todos los celulares. Un día en el Alto Las Condes un tipo me reconoció. Vivo con el temor de que en el supermercado alguien se me acerque y me diga algo delante de mis hijas.

“La parte que no se cuenta es que las mujeres que trabajamos en esto somos muy buenas para deprimirnos, nos pasamos cuestionando todo. A veces te preguntas por qué mejor no estudiaste ingeniería comercial o te casaste y elegiste una vida más normal. Yo he estado deprimida y es terrible. Para evadir la pena, parto a un mall a comprarme ropa o me escapo a la playa.

“En todo caso, cuando estoy en el bajón, me mentalizo pensando que trabajaré unos cinco años más en esto y después pondré yo mi propia empresa administrando el servicio de escoltas. Recién compré el dominio ‘chilenas vip’, desde el cual pretendo partir con mi empresa. Mi idea es no tener un jefe y administrar mi tiempo para dedicarlo lo más posible a mis hijas. Me encantaría que ellas tuvieran una presencia masculina en sus vidas, pero estoy totalmente cerrada al tema del amor. Yo no puedo tener un pololo que acepte eso, porque, si lo hiciera, ese tipo sería un cafiche”.

Verónica Foxley
Fotos: Gonzalo Romero

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